Sin pasto, sin resultados, sin promedios, sin local o visitante.
Con barro, con wing, con enganche, con fútbol, con mística.
En sinpasto nos gusta hablar del ascenso.
Lo demás, trivialidad.

martes, 29 de junio de 2010

La catedral de la Barranca

Saquémonos la máscara. Sí, se entiende que el admirador del ascenso puede ver belleza en un vestuario con la pintura descascarada, en un banco de suplentes similar a una lata oxidada o en un tablón podrido con moho. Pero también es cierto que hay varios estadios en nuestro ascenso que parecen baldíos con años de abandono.
Dentro de esta realidad, la cancha de Argentino de Quilmes es un lujo.

Y en esta opinión se admite la absoluta subjetividad del que escribe. Hay algo particular en la cancha del mate que me atrae, es como si cada cosa estuviera en perfecta armonía. Será el mástil al costado de la platea o las dos populares de tablón con buena altura, cuya parte superior está adornada con chapas cuyos colores son los mismos que los del Argentino. No sé.

Lo que si sé es que la platea tiene una gran responsabilidad en todo esto. Debe ser una de las pocas plateas techadas del ascenso, pero lo maravilloso es que es techada a la vieja usanza, es decir, onda los estadios ingleses. Esto es una paradoja; ya que el mate, considerado como uno de los clubes más criollos de nuestro fútbol, tiene como curiosidad un rasgo típico del football english (?)

Hoy hinchas y dirigentes están viendo si cumplen el sueño de tener el estadio de cemento. Espero se les de, como también que no desaparezca el aura que rodea los tablones mates.

jueves, 17 de junio de 2010

Leyendas: Darío Dubois, el último héroe maldito del ascenso.

Inaguramos nueva secciòn, dedicada a los que dejaron su marca. Y lo hacemos con un jugador inolvidable.


Eterno jugador de la última categoría del futbol nacional, Dubois tuvo ese condimento tan especial que hace a las personas extraordinarias. Dubois era diferente.

Fue su amor a la música lo que lo impulsó a formar parte de un grupo que hacía temas de Vox Dei, Tributo Rock, donde casi todos los integrantes eran jugadores de la D.
Lo que le encantaba era el metal duro, podrido. Por eso, una tarde de sábado decidió (jugando para Midland, en el clásico contra Argentino de Merlo), pintarse la cara al mejor estilo Kiss, para darse ánimo él, y para darle cagazo a los contarios.
La AFA (como siempre le pasa a las Instituciones con los diferentes) no lo entendió, no le gusto, creyó que era mala imagen para la D (parece que los dirigentes de AFA no saben de los sueldos miseria de los jugadores o de la infraestructura de los clubes de la D) y a las pocas fechas Dubois se vio obligado a no maquillarse más.

Sin embargo, no fueron las afinidades musicales lo que lo hicieron diferente a Darío. Esto era solamente un complemento. El defensor central era una persona de códigos de esos que se aprenden en el barrio. Nunca tranzó con nadie, pese a que su situación económica siempre fue la de un jugador razo de la Primera D. Es decir, jugar para el viático, y otra changuita para parar la olla.
Ejemplo de esto puede ser aquella vez que, jugando en Lugano, decidió embarrarse la remera naranja, para que así quede tapada la publicidad. El sponsor había prometido 40 pesos por partido ganado. Lugano llevaba tres ganados al hilo y los jugadores no veían la plata. Dubois, fiel a su espíritu, hizo lo suyo. “Yo usaba esa plata para viajar”, manifestó una vez.

En otra ocasión, a la segunda falta del aguerrido 6, el árbitro que lo dirigía contra Excurcio en el Bajo Belgrano, lo echa por doble amonestación; pero al hacerlo, se le cae plata del bolsillo. Eran 500 pesos, y Dario se tiró de cabeza para agarrarlos. Cuenta que lo corrieron todos: dirigentes, la terna arbitral, la cana, jugadores. En la manga encaró al arbitro y le dijo: “a vos te dieron esta plata para echarme, hijo de puta”. Tuvo que devolver la guita porque sino “me daban como 20 fechas”.
Así era Darío Dubois, un eterno jugador del under, que no le cabía ninguna, un seis que iba más al frente que planteo de Bielsa, pero que, según él, no le gustaba el fútbol. En fin, un tipo que trasciende el mero cartelito de “personaje”, para convertirse en ícono de nuestro ascenso.

Darío dijo chau muy pronto. La vida le saco la roja, y esa hija de puta no es como el futbol. No siempre da revancha al próximo sábado.
La changuita de Darío era ser sonidista en una local de Casanova. A la salida de su trabajo lo asaltaron y lo hirieron en una pierna y en el estomago. Ni Victoriano Arenas (club donde se desempeñaba en aquella época), ni la AFA bancaron la intervención quirúrgica. Luego De 10 días, Dubois murió.
Salió en pocos medios y Tyc no hará una publicidad al estilo “tyc y los codigos”, con nuestro querido Dario. Sería demasiado careta para él.
Lo que nos queda es su legado. La de un tipo que nunca fue contra sus ideales y que vivió como quiso, cosa envidiada por muchos en estos días.